“No te preocupes, nada va a cambiar cuando vuelvas”.
“No cambies nunca, por favor”
Todas esas mentiras que todos acostumbramos a decir cuando alguien se marcha. Es obvio que nadie va a cambiar radicalmente, ni siquiera va a dejar de llamarse como se llama. Pero eso no evita que, en el tiempo en el que estamos fuera, reflexionemos acerca de todo lo que nos rodea.
En estos casos solemos tomar decisiones, para nada profundas y trascendentales, pero sí podemos decidir realizar algunas modificaciones en nuestra relación con las personas, porque “nadie se baña dos veces en el mismo río”, símbolo inequívoco de cambio constante.
Y es que cuando tengo tiempo para pensar, en mi rutinario camino atravesando el Támesis, Traffalgar Square y Tottenham Court Road; voy tratando de deducir lo que el destino tiene preparado para mí, es decir, qué hacer a partir de ahora con mi vida.
Reflexionar si he sido lo suficientemente benévolo con tal o cual persona, si por culpa de otra voy a perder parte de la relación, en qué me he equivocado, etcétera. Para poder evolucionar, crecer, no estancarme.
Porque está claro que, como decía el otro día en clase, “The thing that most worries you about the world is...to find my place in it”. Desdramatizando, tengo dieciocho años, me queda muchísimo por recorrer, pero siempre tropiezo con la misma piedra. Es inevitable no pensar en ello, en lo único que te hace sentir fracasado, y que tiene tanta importancia ahora mismo porque ningún problema de envergadura te tiene en vilo.
No sé si es el haberme adaptado a esto, el haber llegado solo a una gran ciudad y haber encontrado mi sitio en ella, el coger cariño a muchas personas que hace dos semanas no conocía... incluso algo más, pero me siento a gusto, aun siendo consciente de lo efímero de esta travesía.
En tan sólo dieciséis días estaré de nuevo en las piscinas, rencontrándome con mis amigos y con mis enemigos. Abrazando a Blanca, hablando con mi Estrella, chateando con la Chica Diferente, celebrando el cumple con mi Mejor Amigo, riéndome con los de mi peña, jugando las vespertinas partidas de mus, charlando con mi familia, quedando con mis Hermanitas y todo lo demás.
Tras ello, el mes de julio que he vivido en Londres no será más que un conjunto de pequeñas anécdotas, fotografías y un sinfín de recuerdos en mi mente. Nada más.